Las historias jamás contadas, p. 3

Bingley toma posesión de Netherfield

Por Abigail Reynolds

Traducido por Cristina Huelsz

Septiembre 25, 1811

Caroline Bingley fulminó con la mirada a su hermano mientras su carruaje traqueteaba sobre los adoquines de un pueblecito rural. ―Charles ―le dijo con voz engañosamente melosa ―, sabes que no me gustan las sorpresas.

Bingley se froto las manos alegremente. ―Esta te gustará―. Ella había estado tratando de arrancarle la información desde que salieron de Londres, pero él estaba decidido a no decírselo hasta el último momento. ¡Estaba impaciente por ver la cara que ella pondría cuando se diera cuenta de que Netherfield era de ellos! ―En cualquier caso, ya casi hemos llegado.

―Bien. Ya he tenido más que suficiente de que me miren boquiabiertos los lugareños. Uno pensaría que nunca antes habían visto gente de moda. Esa mujer… su vestido debe tener por lo menos cinco temporadas, ¡y tiene la audacia de señalarnos con el dedo!

Bingley miró por la ventana y le sonrió a una joven particularmente bonita. ―Tengo entendido que hay varias familias excelentes en la zona, pero los extraños deben de ser toda una novedad.

Caroline frunció los labios, pero no se molestó en replicar.

Diez minutos más tarde, el carruaje se detuvo frente a Netherfield. Caroline apenas echó un vistazo a la casa. ―¿Qué es este lugar? ―preguntó con desdén.

―Se llama Netherfield Park―. Bingley trato de reprimir una sonrisa de anticipacion.

―¿Mi sorpresa está aquí? Charles, no me digas que has comprado otro caballo―. Ella torció su labio mientras el lacayo le abría la puerta del carruaje.

Bingley se apresuró a rodear el carruaje para acompañarla. ―No, querida. No es que tu sorpresa se encuentre aquí, ¡sino que aquí está tu sorpresa!

―¿Qué diantres quieres decir, Charles? No veo nada más que la casa.

―¿Cuántas veces has dicho que debemos encontrar una casa de campo? Pues aquí la tienes. He firmado el contrato de arrendamiento y es nuestra.

Ella le dirigió una mirada siniestra. ―¿Has alquilado una propiedad sin hablarlo antes conmigo? Charles, ¿en qué estabas pensando? ¡Está en medio de la nada, y sólo el cielo sabe en qué condiciones se encuentra!

Los hombros de Bingley se hundieron. No era en absoluto la forma en que Georgiana Darcy reaccionaba ante las sorpresas de su hermano. Tal vez fuera simplemente la impresión del momento. ―Le mostré los planos y los registros de la propiedad a Darcy, y me dijo que era una buena idea.

―¡Dificilmente se puede confiar en la palabra de dos hombres en el asunto de una casa! ―replicó ella.

―Ven, déjame enseñarte el interior antes de que digas nada más ―dijo, y luego jugó su mejor carta. ―Darcy dice que vendrá para una larga visita una vez que nos hayamos instalado.

―Hmmph ―resopló ella, pero con una mirada pensativa. ―¿Una larga visita, dices?

―Sí. Mira, ahí está el ama de llaves esperándonos―. Subió los escalones, dejándola atrás. ―¡Señora Johnson, es un placer verla de nuevo! Permítame presentarle a mi hermana, la señorita Bingley, que actuará como mi anfitriona aquí.

El ama de llaves hizo una profunda reverencia, pero Caroline apenas le dirigió una mirada. En cambio, miró lentamente a su alrededor, examinando el vestíbulo. ―Supongo que esto servirá, aunque podría ser más grande, y el mobiliario apenas está a la última moda.

El ánimo de Bingley se alegró. Viniendo de Caroline, aquello era practicamente un elogio. ―La biblioteca se encuentra a nuestra izquierda, y el salón de damas a la derecha. Pero ven por aquí, tienes que ver la gran escalera y el salón. Tiene forma de octágono, e inmediatamente pensé en ti cuando lo vi.

Caroline puso los ojos en blanco, pero atravesó con él la puerta dorada. Él esperaba una mejor respuesta ante la gran escalera, que sin duda era del calibre de todo lo que se había visto en Pemberley, pero ella no dijo nada hasta que llegaron al salón. Una vez allí, se detuvo en el centro de la estancia y giró sobre sí misma, asintiendo lentamente con la cabeza. ―Supongo que podrías haberlo hecho peor ―dijo de mala gana, y luego se volvió hacia el ama de llaves. ―Llevará mucho trabajo poner esto presentable.

¡Nos vemos en la siguiente entrega!

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